lunes, 18 de febrero de 2008

Un mensaje de fe

“Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.”
1ª a los Corintios Cáp. 1:21 - 24
No pocos han sido los esfuerzos, a través de la historia, por querer entender el reino de Dios de un modo racional, brillantes pensadores, filósofos y hasta teólogos, han tratado de explicar de modo racional lo que se encuentra escondido en el mensaje evangélico. También otros, han procurado justificar sus creencias con la ayuda de la ciencia, como buscando algún apoyo tangible que sustente su fe, talvez nosotros mismos, hemos procurado, y con no poco esfuerzo, lograr de alguna manera entender a Dios desde nuestra perspectiva humana.

Sin embargo, hay cosas, que no se pueden entender, sino solo creer. Como entender, por ejemplo, que una roca pueda verter agua, o que el creador de todas las cosas se humanice y se entregue a muerte para rescatarnos. Tratar de humanizar a Dios y procurar entenderlo todo desde nuestra limitada lógica humana, es entrar en un laberinto del que no podríamos encontrar la salida. Por esta razón, su palabra nos dice: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?” Romanos 11:33-36

Quizás, nos sintamos ofendidos al tener que reconocer que nuestra capacidad intelectual, no es suficiente para racionalizar la existencia y el plan de Dios para la humanidad, pero humildemente, tendremos que reconocer que “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” Isaías 55:9 No es posible pretender que la mente de la criatura, logre entender la mente del creador, creerlo posible, es un acto de arrogancia que deja preso en su intento al que lo pretenda.

Se cuenta, que San Agustín de Hipona, al poco tiempo de haberse convertido al cristianismo, recorría una playa procurando entender la obra de Dios, sus pensamientos lo confundían y pese a su mucho divagar, no lograba satisfacer su deseo de entender y comprender el todo de Dios. Mientras estaba en esto, se percato que un niño pequeño corría con un balde de madera hacia las olas, una vez que lo llenaba de agua corría hacia la playa y sin derramarla volvía hacia las olas para hacer lo mismo, una y otra vez. Agustín, se quedo mirándo al pequeño durante un instante, sin entender lo que hacia. De pronto, el niño le pidió ayuda ¡quería llevarse todo el mar en su pequeño balde!

Agustín, se esforzó en explicarle que eso era imposible, el mar era enorme y el balde muy pequeño para tanta grandeza. Se esforzó, inútilmente, para que entendiera, pero mientras intentaba explicarlo comprendió que Dios le estaba poniendo una ilustración frente a sus ojos, para que él se diera cuenta que era imposible para su mente de hombre, entender la grandeza inconmensurable de Dios.

Los griegos, por excelencia buscan sabiduría, llenos de una ansia de conocimiento propio de la cultura helenística, no buscaban señales ni prodigios, ellos querían ser convencidos por la razón, en su búsqueda no esperaban, ni reconocían necesitar un salvador, lo único que ellos querían era un maestro, alguien que les proveyera de un conocimiento más excelente, mas alto, mas sublime, lo que ellos necesitaban era “oír o hablar algo nuevo” Hechos 17:21. Pero, al encontrarse con el evangelio que les predicaba Pablo y escuchar de un juicio y de uno que resucito de los muertos, resulto ser demasiado para su razón, y al no poder sus mentes comprender estas cosas, cerraron la puerta de sus oídos para no oír esta locura, “Y así como oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Te oiremos acerca de esto otra vez.” Hechos 17:32 por considerarlo locura, dejaron pasar por su lado, sin creerlo ni recibirlo, el mensaje eterno de salvación, pues “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” 1ª a los Corintios 1:22

Por su parte, para los judíos, era imposible creer y aceptar sin antes ver, ellos exigían señales, necesitaban tener pruebas palpables que “certificaran” la divinidad de Cristo “...¿Qué señal nos muestras de que haces esto?” Juan 2:18 “... Maestro, deseamos ver de ti señal...” Mateo 12:38 y así como estas podríamos ver otras situaciones similares en que la fe, sin señales, no tenía cabida en sus mentes, necesitaban ver una señal. Aún aquellos que por ser sus discípulos habían visto muchas y muy de cerca, necesitaban tener esa prueba palpable antes de creer. Tomás, pese a toda su cercanía a Jesús siendo su discípulo, llega a decir “...Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré...” Juan 20:25 ¡pero como es posible que dijera todo esto! ¿No había estado Tomás junto a Jesús cuando se multiplicaron los panes y los peces? ¿No estuvo acaso cuando el ciego Bartimeo recibió la vista? ¿no estuvo cuando el paralítico tomo su lecho y se fue caminando por sus propios pies? ¿no vio a Lázaro salir de la tumba y sentir el hedor de su muerte? ¿no fueron suficiente estas señales? su naturaleza humana lo traiciona y desnuda la incredulidad que llevaba en su interior, Cristo, venia a ser su tropezadero.

Y nosotros, sin ser en el linaje ni en la historia Griegos ni Judíos ¿qué haremos? ¿Permitiremos que nuestra incapacidad para entender nos prive de creer? ¿Dejaremos a Jesucristo pasar por nuestro lado, mirando su mensaje como una locura? ¿Nos quedaremos acaso esperando ver una señal? ¿O confiaremos en su palabra, doblegando nuestra voluntad a sus pies, confesándole como Señor y Salvador?

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” Juan 1:11-13 Esta potestad es dada a nosotros, a quienes haciendo a un lado los paradigmas que nos impone la razón, hemos sido beneficiados con la gracia de creer, y abrir no solo los oídos sino también el corazón, para reconocer en Cristo el poder y la sabiduría de Dios, obrando a favor nuestro. Por lo tanto, amados, desechando los rudimentos del mundo, procuremos crecer en su gracia disponiéndonos en sus manos como el dócil barro en las manos del alfarero, para que él nos dé la forma que desee, para ser instrumentos de honra, útiles en sus manos. Solo así, Cristo no será para nosotros locura ni tropezadero, sino poder y sabiduría de Dios.