sábado, 3 de julio de 2010

LA BUENA BATALLA DE LA FE

LA BUENA BATALLA DE LA FE
Por Joel Gallardo jgallardo1966@hotmail.com


1Co 14:8 Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?
Léase Ezequiel 3:16-21; Ezequiel 33:1-7 (al pueblo de Israel y al impío extranjero)

Introducción
Vivimos tiempos difíciles, donde enfrentamos situaciones que socavan las bases del cristianismo, somos ovejas entre lobos. Es necesario estar preparado para la batalla, y dar la buena batalla de la fe, como Pablo le encarga a Timoteo. 1Ti 6:12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado…

Cuando tu fuiste incrustado en el cuerpo de Cristo, el día en que naciste de nuevo, cuando te arrepentiste de tus pecados, y ofrendaste tu vida a Jesús, no fuiste hecho parte de una institución temporal y terrestre, sino que fuiste unido a la compañía de multitud de hombres y mujeres con vida en el espíritu, llenos de gracia y de fe, que forman un ejercito armado y en constante lucha, no contra personas, sino contra huestes de maldad en las regiones celestes.

En todas las épocas, la iglesia se ha enfrentado a una lucha constante, contra el mundo, el demonio y la carne, a quienes se identifica como los tres grandes enemigos del creyente. Su propósito final, es que el cristiano no crezca, se debilite en su vida espiritual y finalmente abandone el camino de salvación. Cada uno de estos enemigos, utiliza estrategias y formas de lucha diferentes, para lograr sus objetivos. En ocasiones, es directo, pero en otras es sutil y solapado, lo que hace difícil su detección, a veces solo logramos ver sus desastrosos efectos.

Muchos han pasado por estas sillas, han compartido con nosotros, se emocionaron a nuestro lado, levantaron sus manos junto a las nuestras y hasta lloraron también mientras cantábamos. Pero no perseveraron, no crecieron y su corazón permaneció sin fruto. Hoy, sus lugares están vacíos o están ocupados por otros, pero ellos están lejos. Algunos metidos en un estadio, con la cara pintada, usando la camiseta de un club deportivo que es o se cree el mejor, pero que de Cristo no tiene nada. Otros, han corrido tras un ídolo naciente que le ha dado un nuevo vigor a la música de moda, y a esta hora están saltando al ritmo de quien sabe que melodía… pero que de Cristo no tiene nada. Otros, han preferido la comodidad de su casa, y bien instalados frente al televisor disfrutan de un programa… que de Cristo, no tiene nada.

Peor aún que lo anterior, es que otros cuantos que tampoco están hoy con nosotros, se han unido a sectas como los mormones, testigos de Jehová o cuanto apóstol o movimiento herético moderno haya deslumbrado sus ojos y fascinado sus oídos con sus palabras. Siguiendo doctrinas de prosperidad, súper fe, confesión positiva y tantas otras más que como una enfermedad que infecta un organismo, se difunden día a día y se propagan en medio de la Santa Iglesia de Cristo. Olvidando, que ya desde hace mucho tiempo el Espíritu Santo nos advierte que si aún un ángel de luz trae otro evangelio, sea anatema… ¡como es posible que adultos y jóvenes que conocieron entre nosotros la Palabra de Vida hoy resulten tan ajenos a la verdad que un día les fue revelada! Y todavía mas preocupante que esto, es pensar que si no hay un quiebre definitivo en esta tendencia, muchos de ustedes, seguirán también la misma suerte, y después de algunos años solo recordaran que pasaron un momento “rico buena onda” en medio de quienes forman esta iglesia.

Hoy, el mundo, el demonio y la carne, confabulados en contra de la Iglesia, buscan por diferentes medios frenar el crecimiento de la iglesia en general y del creyente en particular. Por eso, es necesario escuchar el sonido claro de la trompeta y apercibirse para la batalla. El pulpito no puede, y tampoco debe callar. El pueblo creyente, debe ser apercibido para dar la buena batalla de la fe, y tomar la espada en su mano, para que ya no la deje nunca más.

A continuación, consideraremos algunas de las modernas formas en que la iglesia es solapadamente atacada:

1 Evangelio de la Conformidad
Los cristianos confesantes se relajan, no se comprometen, los valores cristianos se relativizan, y la ética y la moral se permeabilizan.

Muchos nos preguntamos ¿Cómo es posible que la iglesia de la edad media se haya extraviado tanto del camino marcado por la iglesia primitiva? ¿Cómo es posible que la iglesia post-reforma se haya enfriado tanto que perdió su vigor? El hecho, es que de pronto el fuego que ardía en los corazones de una generación, no pasó a la otra. Hoy también vivimos esos tiempos peligrosos, y nuestra vida en el evangelio a perdido la profundidad y la pureza que necesita, y así como en otros tiempos de la historia el engaño de la religiosidad y el ritualismo, hizo estragos en el seno de la iglesia, también hoy el cristianismo conformista, ligero, liviano, intenta cautivarnos, susurrando a nuestros oídos que no importa, que no es necesaria una mayor consagración a Dios, que el mira solo el corazón, que no importa lo que hagamos o como vivamos, si nuestro corazón esta tranquilo cada domingo en la iglesia, como si con ello llenáramos nuestra cuota semanal de cristianismo y nada mas nos fuera necesario. Este evangelio simplista, se esfuerza por hacernos creer que estamos bien, que nuestra forma de vivir es suficiente, que no es necesaria tanta oración, tanta vigilia, tanto estudio, tanto ayuno, tanta búsqueda de Dios, que Dios conoce nuestras capacidades, y que por eso bien conoce que no podemos servirle mejor, pero este es un evangelio mentiroso, un seudo evangelio.

Lo único que persigue este seudo evangelio de la conformidad, es adormecer nuestro espíritu, para que no percibamos cuando nuestra vida se esta alejando de Dios y nuestros pensamientos dejan de estar cautivos y sujetos a la voluntad de Cristo, para comenzar hacer solo la nuestra. Este seudo-evangelio, intenta convencernos que con todo lo que hacemos y como vivimos es suficiente, que no podemos hacer más. Mientras el Espíritu Santo, grita y proclama las palabras de Jesús Juan 14:12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.

Es el tiempo, de tomar la espada en nuestras manos, y comenzar a luchar con nuestras armas espirituales, para volver a las raíces de nuestra vida cristiana, y a la pureza santa del evangelio. A identificarnos con Cristo y reconocerle como Señor de nuestras vidas y que somos discípulos suyos, que EL es la vid y nosotros solo los pámpanos, que separados de él nada podemos hacer. Es necesario asumir, que lo que para el mundo puede ser locura, para el creyente es poder y sabiduría de Dios, 1Co 1:18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Es el tiempo de reconocer nuestra identidad como cuerpo de Cristo, y dejar de procurar parecernos cada vez mas al mundo, Pablo nos exhorta Rom 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Nuestra búsqueda constante, debe ser que sea la imagen de Cristo plenamente formada en nuestras vidas, Col 3:10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno. No podemos convivir con nuestras antiguas debilidades, de la vida vieja, no debemos conformarnos ante nuestra debilidad, sino buscar el crecimiento espiritual en todo aspecto de nuestra vida. Si al mundo no le gusta esta búsqueda, y lo tildan de santurrón o con otro apelativo, no se preocupe, porque si le hubieran conocido a él, a nosotros también nos conocerían, Juan 15:19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Hemos sido enviados como ovejas en medio de lobos.

2 Perdida de santidad y búsqueda de Dios
Como consecuencia de la obra del conformismo, desaparece la búsqueda de una vida pura, la lectura de la Biblia y el estudio de sus doctrinas se retraen y muchos creyentes caen en un estado de letargo.

Santidad, implica apartar, limpiar y dedicar a Dios. La voluntad de Dios, es que seamos apartados, limpios y dedicados a él. 1Tes 4:3 y 7 pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación… Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.

Amados, es el tiempo de tomar la espada, y luchar contra la falta de santidad y búsqueda de Dios en nuestras vidas. Con la excusa de que Dios solo quiere el corazón, pretendemos darnos licencias especiales y permitirnos ciertas cosas ajenas a la voluntad de Dios, pretendiendo olvidar que todo nuestro ser es templo del Espíritu Santo de Dios y que EL nos anhela celosamente. Todo cambio en lo secreto del corazón se manifiesta en lo exterior, porque de la abundancia del corazón sale por la boca, no podemos vivir diciendo que somos creyentes y comportarnos como incrédulos Lucas 16:13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro...

Nuestra vida, debe ser un ejemplo de santidad y de pureza, no debemos conformarnos a convivir con nuestras debilidades, justificándonos a nosotros mismos, como buscando refugio en nuestros razonamientos excusándonos en lugar de arrepentirnos ante Dios, y pedir perdón y auxilio. 2Cor 7:1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Nuestros pensamientos y nuestra forma de entender las cosas deben ser sujetas a la voluntad y a la gracia del Señor. La vida del creyente debe ser un continuo de crecimiento hacia la santidad, al alejamiento de las costumbres mundanales, y las formas de vivir de aquellos que no conocen a Dios, no debe haber en nuestra vida pensamientos carnales, miradas impropias, palabras vulgares, envidias, rencillas, odiosidades, cosas de las cuales nuestra vida antigua estaba llena, mas ahora en Cristo de todas ellas hemos sido librados, para caminar en novedad de vida. Rom. 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Los principios cristianos, no son los mismos principios que rigen la vida del mundo. El mundo miente, engaña, falta a su palabra, roba sin que su conciencia sufra nada, pero el cristiano no puede conducirse de esa forma. Eso es tibieza, y al tibio el Señor lo vomitara de su boca. Efe 4:20-25 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo… En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo… Hoy el mundo quiere alinearnos con su forma de vida, pretende que aceptemos como normal y conveniente el divorcio, la homosexualidad, la fornicación, la infidelidad matrimonial, el aborto. Nos pone modelos de amor contrarios a la palabra de Dios, le quiere enseñar a nuestros hijos todas estas cosas y no podemos permanecer impávidos a ello, Isa 5:20 ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!

Cuando nos mostramos diferentes, cuando vivimos nuestros valores cristianos, el mundo podrá tildarnos de extemporáneos, que no vamos con los tiempos actuales, que nuestro comportamiento es intolerante, que nuestra mente es obcecada, pero creyente debe entender que a santidad a sido llamado 2Cor 7:1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

Nuestra búsqueda de Dios debe ser una constante en nuestras vidas, así como el amado anhela la presencia de su amada, así debemos también amar la presencia de Dios en nuestras vidas. Procurar una cada vez mas estrecha relación con Dios se transforma en un hecho fundamental en la vida del creyente, solo así hay revelación de la profundidad de Dios. Si antes de conocer al Señor vivíamos presos en estas cosas, ya no podemos continuar de la misma forma. Como creyentes, debemos buscar una vida de pureza y de santidad como conviene a hijos obedientes, retomando el amor por el estudio de su Palabra, y buscar sed llenos de su gracia. 1Ped 1:14 - 16 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

Sin embargo, el ser humano no tiene capacidad propia para santificarse así mismo. Su condición pecaminosa lo inhabilita para cumplir con los requisitos divinos. Pero ahí esta Dios, presente, por medio del Espíritu Santo para ayudarnos en este proceso de santificación en nuestra vida. 1Tes 5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. La santificación del creyente proviene de guardar la Palabra de Dios, por eso Jesús oró diciendo: Juan 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

3 Falta de arrepentimiento real
Una vida conformista y carente de santidad, hace que quienes se acercan a Dios, finalmente aprendan conductas y modales, que cambien por fuera, pero su corazón sigue siendo el mismo. El evangelio de la cruz, se transforma en un evangelio de marketing, donde solo se venden de soluciones.

Otra estrategia recurrente en estos tiempos, es falta de arrepentimiento sincero, muchos de quienes llegan y de quienes están en nuestras congregaciones no entienden que deben arrepentirse y nunca lo hacen. Tampoco lo enseñamos, les hablamos de un Dios que soluciona problemas, que abre puertas de trabajo, que hace milagros y sana enfermedades, pero poco les hablamos de la necesidad de arrepentirse de sus pecados, de confesarlos a Dios y de renunciar a su vida pasada, ajena a la vida de Dios.

Les enseñamos a comportarse como cristianos, a conocer nuestras normas de conducta, nuestras formas de hablar, de vestir, pero nos olvidamos que el primer paso para cambiar de vida y caminar en vida nueva, es arrepentirse de sus pecados. Muchos de quienes se unen a nosotros, nunca se arrepienten verdaderamente, solo cambian por fuera, pero su corazón, sigue siendo el mismo sitio vacío que antes. Nunca echan raíces profundas, son como la semilla que cayo sobre pedregales y espinos Luc 8:13-14 Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.

Es tiempo de tomar la espada, y traer arrepentimiento a nuestras vidas, y con la gracia de Dios, guiar a los que buscan a Dios a tener ese profundo y verdadero arrepentimiento en sus vidas. Debemos alzar la voz, y mostrar que para tener vida nueva, es necesario nacer de nuevo, como el propio Señor lo dijo a Nicodemo. Juan 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. El arrepentimiento sincero, no es una decisión de elección personal, es una necesidad urgente, de ello depende la eternidad, no se puede entrar en el Reino de Dios, sin que antes haya existido arrepentimiento, no se puede nacer de nuevo si antes no ha muerto lo viejo.

4 Orgullo
Los logros personales, los bienes materiales y los logros intelectuales comienzan usurpar el corazón de los creyentes, se posterga la sencillez, se forman grupos de elite. La gratitud hacia Dios pierde terreno o desaparece por completo. El egocentrismo y la autosuficiencia dominan el corazón.

Cosas tan simples como dar gracias a Dios por los alimentos, comienzan poco a desaparecer, pequeños detalles, casi sin importancia van denotando que la autosuficiencia ha comenzado a dominar el corazón. La Real Academia Española de la Lengua, da significado a la palabra orgullo de la siguiente manera: Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.

Cuan arrogantes podemos llegar a ser en nuestra vida, al considerarnos mejores que los demás, vanamente hinchados en nuestra propia mente creyendo ser los mejores enseñadores, ser los mejores cantantes, ser lo de mas oración, pensamientos que poco a poco, sigilosamente comienzan a llenar el corazón de un modo imperceptible, por eso Pablo nos exhorta Rom 12:3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Que fácil es considerarnos mejores que los demás, y así poco a poco seda lugar para que el orgullo gane espacio en nuestra vida. Isa 65:5 que dicen: Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú; éstos son humo en mi furor, fuego que arde todo el día.

Por eso, es el tiempo de tomar la espada, y luchar contra el orgullo del yo personal, contra el afán de reconocimiento propio y ceder nuestro lugar a Dios, el es quien merece toda honra, toda gloria y toda la alabanza. Nosotros somos solo servidores suyos, quienes cuando hayamos hecho todo lo que debíamos hacer, debemos decirnos a nosotros mismos, siervos inútiles somos, pues solo lo que debíamos hacer hemos hecho, Luc 17:10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.

Este afán de reconocimiento, de ser reconocidos en nuestro status, hace hoy por hoy que el Espíritu Santo se aparte de nosotros, el afán de querer destacar nuestras propias capacidades nos hace empobrecer nuestro servicio, y profesando ser sabios nos hacemos necios. Este sentimiento de orgullo, nos hace servir no por amor a Dios, sino por amor a nosotros mismos, ¿Por qué servimos en la iglesia? Para que se nos agradezca? Para que se reconozca nuestra habilidad? O lo hacemos sin más motivación que el amor a Dios? 1Cor 13:1-3 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. Si nuestro servicio a Dios tiene una doble intención y se sustenta en propósitos personales, es orgullo propio, y no amor. No sirve de nada.

Es nuestro orgullo, el que nos susurra al oído haciéndonos creer que somos mejores cristianos que el esta a nuestro lado, que el pastor debiera agradecer que asistimos a la iglesia, que debiera reconocerse nuestro esfuerzo y nuestra generosa ofrenda. Es nuestro orgullo personal, el que nos quiere hacer creer que todo lo que hacemos nos hace merecedores de la bendición de Dios, y que todo lo que somos y tenemos lo merecemos por ser buenos cristianos. Como si nuestras justicias pudieran granjearse la bondad de Dios. Israel, fue advertido para que no enorgulleciera Deut 8:11-17 Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios… no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites… y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios… y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.

El orgullo, hace que ya no le reconozcamos a EL como nuestro proveedor y ayudador. Con que facilidad nuestro orgullo nos hace olvidar que somos absolutamente dependientes de Dios y que si el puso de su gloria en estos vasos de barro es solo para que la excelencia del poder sea de Dios y no de los hombres. 2Cor 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros…

5 Emocionalidad
La conformidad, la carencia de santidad, la ausencia de arrepentimiento y el orgullo personal, ha llevado a buscar placebos que reemplazan la experiencia real. Se busca lo superficial, el sentimiento a flor de piel, la simple emoción reemplaza la experiencia mas profunda de la fe, no hay paciencia para esperar, todo debe ser inmediato. Falsos maestros, que viendo la necesidad del corazón vacío, manipulan las necesidades y sentimientos de las personas.

Es el tiempo de tomar la espada, y darnos cuenta que la emoción no es suficiente garantía de victoria, la emoción es un hecho superficial que se confunde con las marcas indelebles de la obra del Espíritu Santo, puede ser un hecho parecido externamente, pero incuestionablemente, no es lo mismo. La emoción, es un sentimiento propio del ser humano, puede ponernos los pelos de punta, hacernos brillar de alegría y hasta hacernos llorar de vez en cuando, pero si alguien alguna vez le dijo que eso era suficiente garantía de una vida en victoria, le mintió. La emoción, no tiene valor alguno contra los apetitos de la carne.

Muchos engañadores juegan con la emocionalidad de almas necesitadas, que buscan un refugio en medio de sus aflicciones y que siguen sin cambios en su vida. Sin que su corazón encuentre paz. Es tiempo de tomar la espada y pelear la buena batalla de la fe.

Pero en esta batalla, no estamos solos. Juan 16:33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

Espíritu Santo
Se necesita su presencia en la iglesia de hoy. Necesitamos de su fuego que consuma los razonamientos humanos, que sople como viento recio, y haga volar lejos de nuestras vidas todas las cosas nos apartan de Dios.

Hch 1:8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

Más allá de la superficialidad de la emoción, esta la obra del Espíritu Santo que remece no solo el cuerpo físico, no solo nos hace temblar y llorar, sino que va aun más allá de nuestras emociones, para transformar las más profundas convicciones de una persona. La obra del Espíritu Santo, transforma de modo permanente los principios que rigen la vida de una persona, desaloja los pensamientos ajenos a la voluntad de Dios y las palabras y obras que apartan de los principios puros y santos de la Palabra de Dios. La presencia del Espíritu Santo genera cambios desde adentro, de lo más íntimo del corazón, y esto es lo único que genuinamente garantiza un crecimiento espiritual sano y duradero.

Es la obra del Espíritu Santo y no los apremios lo que hace al hijo reconciliarse con sus padres, para dejar las drogas y los vicios para vivir una vida ordenada y llena de pureza. Es la obra del Espíritu Santo y no la emoción, la que pone amor en los matrimonios que están lanzándose día a día palabras hirientes junto a platos y tasas por la cabeza. Es la obra del Espíritu Santo y no otra, la que ordena definitivamente los matrimonios “de a tres” poniendo fidelidad en corazón de los cónyuges que un día prometieron a Dios guardarse puros. Es la obra del Espíritu Santo la que sacara al borracho de la vereda para hacerle un pregonador de las buenas nuevas. Es la obra del Espíritu Santo la que permitirá que tu vida sea cimentada sobre la roca y venga lo que venga puedas permanecer fiel a Dios guardando su palabra. Por eso, hoy más que nunca, es tiempo de tomar la espada y dar la buena batalla de la fe.

Ejemplo tenemos, en aquellos tantos que antes, lucharon al igual que hoy lo hacemos nosotros, y que llegaron al final de su carrera en una vida victoriosa. Pablo, cuando llega al final de su vida termina su expresión indicando 2Tim 4:6-8 Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Quiera Dios, que al final de nuestra carrera, nosotros podamos decir también lo mismo.



Originalmente preparado para el retiro de la Fraternidad de Varones a la Vanguardia, Villa Alemana.