lunes, 28 de enero de 2008

Pasion por la verdad (Tertuliano)

  • Les comparto una sección de Tertuliano de Cartago, disfrútenla!


    La pasión por la verdad.
    ... Dejad que la verdad se abra paso hasta vuestros oídos, aunque sea por este camino privado de un escrito sin voz, La verdad no pide favor alguno para su causa, porque no se asombra de su condición: sabe que anda como extranjera en la tierra, y que, andando entre extranjeros, fácilmente se encuentra con enemigos: su linaje, su morada, su esperanza, su crédito, el reconocimiento de su valor están en los cielos. Mientras tanto, una sola cosa pide: que no se la condene sin ser conocida. ¿Qué daño les puede venir a las leyes, que son soberanas en su propia esfera, de que se la oiga? ¿Podrá su soberanía ser más gloriosa por el hecho de que condenen a la verdad sin haberla oído? Si la condenan sin oírla, además del reproche de injusticia, se atraerán la sospecha de un prejuicio por el cual no están dispuestos a oír aquello que saben que no podrían condenar una vez oído...
    La verdad no tiene nada de qué avergonzarse, sino sólo de que no se la saque a luz.

    El cristianismo y la filosofía.
    Todo esto son doctrinas humanas y demoníacas, nacidas de la especulación de la sabiduría mundana, para agradar a los oídos. Pero el Señor las llamó necedad, y eligió lo necio según el mundo para confundir a la misma filosofía. Porque la filosofía es el objeto de la sabiduría mundana, intérprete temeraria del ser y de los designios de Dios. Todas las herejías en último término tienen su origen en la filosofía. De ella proceden los eones y no sé qué formas infinitas y la tríada humana de Valentín; es que había sido platónico. De ella viene el Dios de Marción, cuya superioridad está en que está inactivo; es que procedía del estoicismo. Hay quien dice que el alma es mortal. y ésta es doctrina de Epicuro. En cuanto a los que niegan la resurrección de la carne, se apoyan en la enseñanza de todos los filósofos sin excepción. Los que equiparan a Dios con la materia siguen las enseñanzas de Zenón. Los que pretenden un Dios ígneo aducen a Heráclito. Las mismas cuestiones tratan los filósofos y los herejes, y sus disquisiciones andan entremezcladas: ¿de dónde viene el mal?; ¿cuál es su causa?; ¿de dónde y cómo ha surgido el hombre? Y también lo que hace poco propuso Valentín: ¿de dónde viene Dios? Está claro de la Entimesis y del Ectroma. Es el miserable Aristóteles el que les ha instruido en la dialéctica, que es el arte de construir y destruir, de convicciones mudables, de conjeturas firmes, de argumentos duros, artífice de disputas, enojosa hasta a sí misma, siempre dispuesta a reexaminarlo todo, porque jamás admite que algo esté suficientemente examinado. De ella nacen las fábulas y las genealogías interminables. las disputas estériles, las palabras que se insinúan como un escorpión... Quédese para Atenas esta sabiduría humana manipuladora y adulteradora de la verdad, por donde anda la múltiple diversidad de sectas contradictorias entre sí con sus diversas herejías. Pero, ¿qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué relación hay entre la Academia y la Iglesia? ¿Qué tienen que ver los herejes y los cristianos? Nuestra escuela es la del pórtico de Salomón, que enseñó que había que buscar al Señor con simplicidad de corazón. Allá ellos los que han salido con un cristianismo estoico, platónico o dialéctico. No tenemos necesidad de curiosear, una vez que vino Jesucristo, ni hemos de investigar después del Evangelio. Creemos, y no deseamos nada más allá de la fe: porque lo primero que creemos es que no hay nada que debamos creer más allá del objeto de la fe...

miércoles, 9 de enero de 2008

AMOR O MIEDO

Hace unos días atrás estando en mi trabajo, mientras bajaba por una escala pasando de un piso a otro en las oficinas de la empresa, me encontré con un colega de carácter muy alegre, devoto católico practicante y a la sazón hermano de un sacerdote. Conociendo este colega mi credo de fe evangélica, nuestras pocas y breves conversaciones siempre han tenido un trasfondo religioso. Al encontrarnos esa mañana en la escala, le dije en tono festivo: “¿cómo estas, cómo te haz portado? - a lo que él respondió- ¡bien me he portado pues! - y luego, como queriendo decirme algo muy secreto, se me acerco al oído y me dijo: “aunque debo reconocer que más que por amor a Dios, lo he hecho por miedo a Dios” luego de las risas de rigor yo seguí mi camino, y él siguió el suyo.
Esto no habría sido mas que una simple anécdota, si no hubiera aprendido con el tiempo que los caminos que Dios usa para enseñarnos, o repasarnos lo enseñado, son a veces desconocidos y poco ortodoxos para nuestro entendimiento. Creo que por esto, las palabras de ese colega quedaron golpeando con fuerza en mi conciencia, “por miedo, mas que por amor” era un pensamiento recurrente que me hacia cuestionarme muchas cosas en mi vida como cristiano, miedo o amor ¿qué es lo que mueve mi vida a la obediencia, el miedo al castigo o el amor al que me ordena? ¿Qué fue lo que movió a los cristianos primitivos a aceptar con gozo la hoguera o el ataque de las fieras? ¿Acaso fue el miedo...? ¿Qué fue lo que motivo a Pablo a llevar el evangelio a otros, aun encadenado y sufriendo mas de una vez el injusto castigo? ¿por qué un joven medico y su esposa dejaron Norteamérica en el siglo XIX y vinieron a Chile a predicar el evangelio? ¿Por qué ofrendas, por que adoras, por que ayunas, por que predicas, por que cantas, por que oras, porque te congregas? ¿Por qué haces esto o por que dejas de hacer aquello? ¿Cómo es que Dios quiere que le sirva? ... ¿Cuál será la forma más saludable, la mas excelente? ... preguntas y preguntas que durante varios días me siguieron sin dar tregua a mis pensamientos.
Todas estas y otras muchas, que seria dificultoso enumerarlas una a una, fueron encontrando siempre la misma y única respuesta.

La Real Academia Española de la Lengua da significado a palabra miedo, diciendo: “Perturbación angustiosa del animo por un riesgo o daño real o imaginario, recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. Cuantas personas se encuentran a diario que adquieren una conducta no por que realmente les nazca de corazón sincero, sino más bien por evitar el perjuicio de no hacerlo, ¿cuántos hay que en una carretera cuidan de no excederse los limites de velocidad permitidos solo en presencia de la policía? Pero no lo hacen por convicción real sino solo para evitar el castigo de una infracción. Luego, sin embargo, cuando la autoridad ya no este presente, sin pudor quebrantan lo que en presencia de ella parecían guardar tan celosamente. Miedo, no es lo mismo que respeto o temor reverencial, miedo es una perturbación del carácter propio de alguien, cuyo resultado es angustia ante el solo pensamiento de que algo malo le suceda.
Aun, cuando nos duela reconocerlo, debemos aceptar que también muchos entre nosotros se someten a regañadientes a algunas de las ordenanzas de La Escritura, pensando que al hacerlo acumulamos meritos “para que Dios no nos aflija” o “para que el Señor no quite su bendición”. ¿Cuantos de nosotros no habremos ofrendado en mas alguna oportunidad “abundantemente” con el solo propósito de recibir también “aun más abundantemente” teniendo miedo que el no hacerlo vaya a provocar que el Señor cierre su mano hacia nosotros?. ¡Esto es miedo,... no amor! Dios ama al que da con alegría, no con egoísmo o con angustia. Cuantos llegaran a nuestros templos solo por miedo, como cumpliendo con la costumbre, para que el Señor vea cuan interesados estamos en escuchar su palabra y que tan profundo interés tenemos en su obra, ... pero en nuestra mente estamos pensando en lo que podríamos estar haciendo “si no hubiéramos tenido que haber ido a la reunión” ... preocupándonos mas de la hora en que terminara el servicio, que de adorar a Dios.
Servir a Dios por miedo no solo es el reflejo de no conocer a Dios, sino también una muestra de arrogancia, pensando que nuestra conducta podría transformarse en muestras de justicia ante Dios. Constituyéndola ciegamente en un merito de justicia delante de Dios.
Recuerdo que para el terremoto de 1985, a nuestro templo entraron varias personas que repentinamente sintieron un gran deseo de congregarse y adorar a Dios, justo después del primer remezón. Al termino de un breve servicio, encontré en los baños cigarrillos retorcidos tirados en los papeleros, el miedo se había apoderado de las conciencias y parecía obligarlos a realizar algunas obras que los hicieran merecedores de la misericordia que necesitaban. Pero el miedo, no es suficiente, para que una vida cambie es necesaria una transformación mas en lo profundo, algo que no provoca el miedo. Los efectos del miedo duran mientras dure lo que lo provoca, luego desaparecen y se transforman solo en un recuerdo. El miedo no hace mas que generar conductas hipócritas.
Si nuestra conducta cristiana esta basada en el miedo, defraudamos a Dios, y no le adoramos “en espíritu y verdad” ¿es acaso miedo lo que Dios espera de nosotros? ¿Miedo al que murió en nuestro lugar? ¿Será esta la forma más saludable de servir a Dios?. Siendo el miedo una perturbación que en su manifestación afecta el animo mismo de persona, no es algo propio de la conducta equilibrada con que Dios dota al creyente sincero.
Tal vez, esto haya sido similar a la conducta asumida por Israel en un momento de su historia, al punto que Dios exclama “porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra pero su corazón esta lejos de mí” ¿quién no advierte tristeza y dolor en esta afirmación? Que el corazón de quienes debía estar más cercano haya resultado extraño y lejano. Que habiéndoseles encarecido “amaras a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas” viniesen a resultar tan carentes y extraños al amor que gustosos debieran profesar.

La misma academia española da significado a la palabra amor, de la siguiente manera: “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Sentimiento que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”. ¡Que preciosa definición! De esto, entendemos rápidamente que el amor es un sentimiento, no una perturbación, muy superior al miedo, y cuyo resultado es entonces mucho más excelente. Mas aun si consideramos que para los cristianos el amor no es un sentimiento que nazca del hombre, sino de Dios y que amor es Dios mismo. Amor es una palabra compuesta por dos en latín “Ad Mortem” que significa “sin muerte” esto nos da una idea de la trascendencia del amor..
¿Que obligo a la mujer pecadora a regar con lagrimas los pies de Jesús, y enjugarlos con sus cabellos, y besarlos y ungirlos con perfume? ¿Hubo acaso alguna espada o poder humano que la obligara? ¿Hubo dinero que comprara tal atención para el Maestro? NO, ... solo AMOR, puro amor. El Señor Jesús, reconoce esto, y dirige a su anfitrión Simón, quien nada de esto había hecho; la parábola de los dos deudores, y la termina diciendo: “¿cuál de ellos le amara mas?” ... no dice quien le tendrá mas miedo, sino “¿cual de ellos le amara mas?” ... no sé a usted, pero a mí, se me perdono TODO.
Que el miedo guíe los pasos del que hace lo malo y lo vuelva al bien, es una cosa, pero que deje espacio al amor, en el corazón de aquel que como una flor ha nacido nuevo en el jardín de Dios.
La conducta cristiana no puede, ni podría tener otra motivación, que fuese distinta al amor. Para el creyente el amor no es un sentimiento humano, es divino. Dios es amor y nosotros le amamos a él, por que “él nos amo primero” y ese amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Alguien que haya nacido de nuevo de “agua y espíritu” habiendo experimentado el perdón y la plena misericordia de Dios, no es movido por el miedo o la angustia, como si Dios fuese un dictador tirano cuya fuerza fuese la vara del castigo y su deleite condenar y matar. NO, una vida cristiana tiene una motivación mucho más excelente.
Un antiguo obispo de la iglesia primitiva escribe a un noble llamado Diogneto, exponiéndole el evangelio y le dice: “...le envió como Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios. Él le envió como invitándonos, no persiguiéndonos; Él le envió como amándonos, no juzgándonos... cuando hayas conseguido este pleno conocimiento, ¿de qué gozo piensas que serás llenado, o como amaras a Aquel que te amo a ti antes? Y amándole serás un imitador de su bondad...” Muchos siglos después el autor de un precioso himno testimonial nos dice: “... y cenando a su lado descubrí, que no hay dicha más feliz, que amar a Dios...” esto fue y será hasta la venida gloriosa de su reino, la motivación más perfecta y excelente que haga que hombres y mujeres abandonemos “las cosas de este mundo” y negándonos a nosotros mismos, vivamos para Dios. Tratando, a pesar de todas nuestras innegables y abundantes debilidades y limitaciones de ser imitadores de Aquel que nos amo, y que por medio de ese amor nos rescato de nuestra vana manera de vivir, participándonos de vida nueva.
El servicio a Dios no es por fuerza, es el Espíritu Santo quien hace nacer en el corazón del creyente ese “sentimiento intenso (tal vez lo que el profeta llamo fuego) que partiendo por reconocer nuestra propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y la unión con Dios”. Que el Espíritu Santo haga nacer entonces en nuestros corazones ese “fuego intenso” que nos haga reconocer nuestra propia insuficiencia, nuestra imperfección, nuestra maldad, ¡nuestra falta de amor! y nos eleve, haciéndonos crecer “en gracia y en sabiduría” para que nuestro servicio a Dios sea cada día más perfecto. De modo tal, que nuestra vida sea una ofrenda de amor hacia Aquel que nos rescato de la muerte, muriendo por nosotros. Libres de egoísmo, vanidades, afanes o intereses personales, como tantos hombres y mujeres que antes de nosotros han servido a Dios solamente por amor, ¿Qué movió a los cristianos primitivos? ... el amor, ¿qué movió a Pablo? ...el amor, ¿qué motivo al Pastor Hoover? ... el amor. Entonces... ¿qué mueve mi vida?... si tu respuesta no es la misma, medita en las palabras del apóstol Juan, “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en si castigo. De donde el que teme no ha sido perfeccionado en el amor”. 1° de Juan 4:18
Joel Gallardo

LA NAVIDAD

Cada 24 de diciembre por las noches, el mundo cristiano recuerda el nacimiento del niño Jesús, nos resulta admirable ver el cumplimiento de las profecías acerca de su nacimiento, nos alegramos recordando la anunciación del Arcángel Gabriel a la joven virgen Maria, admiramos la nobleza de un carpintero galileo llamado José del linaje real de David. Al recordar los hechos tratamos de imaginar el difícil viaje de Nazaret a Belén para cumplir con el edicto del emperador, que obligaba al pueblo a ser empadronado. Contemplamos la tristeza del deambular de José y Maria caminando de puerta en puerta buscando un lugar en el mesón, tan solo un lugar para que el niño pudiera nacer.
Cuantas madres habrán hecho suya la angustia y el dolor de Maria, al ver que ha llegado su tiempo de dar a luz y no tener siquiera un lugar cálido donde recostarse. Cuantos padres habrán querido solidarizar con la frustración de José, al no poder proveer para su esposa un lugar digno, en donde diera a luz al niño Rey.
Al leer el relato del evangelio, cuantos de nosotros, no habremos dicho en mas de alguna vez ¡Yo le hubiera dado un lugar!…, si yo hubiese vivido en esos años, esto no hubiese pasado, yo le hubiese abierto la puerta, y le habría dado lugar en el mesón. Pensamos, que si nosotros hubiésemos sido los dueños del mesón, Cristo no hubiera nacido en el pesebre de Belén, sino en la calidez de nuestro hogar.
Sin embargo, en nuestro presente, cuando vemos las calles al acercarse los días de navidad, y observamos a la gente moverse corriendo de un lado para otro, sin darse cuenta quienes están a su lado, cargando bolsas de compras, cruzando las calles en medio de bocinazos y carreras frenéticas, podremos darnos cuenta, que muy pocos, recuerdan el verdadero sentido de estos días. Muchos, con gusto recibirán un folleto que hable de descuentos y de ofertas de una casa comercial, pero dejaran botado con desdén un tratado que hable del evangelio. Con tristeza, podremos comprobar que el consumismo borra de las mentes y arranca de los corazones, el verdadero sentido de la navidad.
En las mentes de los niños, ya no están las imágenes del relato evangélico, ni los cánticos de salvación que los Ángeles dieron a los pastores, ni la visión de humildad que el Rey de Reyes nos da al nacer en una pesebrera. Hoy, en sus mentes, aparecen las ideas y las imágenes de cómo hacer que el árbol de navidad sea lo más especial, cual será el mejor adorno, cual la luz más tintineante. Comienzan a mirar las vitrinas para ver que regalo pedir este año, ellos sueñan con aquellos juguetes que han visto en la publicidad, con los que serán la admiración de sus amigos… ¡¡este año el viejo pascuero vendrá a cumplir esos deseos!! … Y serán felices ese día.
Los padres, lejos de buscar a Aquel a quien le fue cerrada la puerta del mesón, comienzan a sacar cuentas para ver que podrán comprar este año, en cuanto podrán endeudarse para satisfacer el deseo de sus hijos y sobrinos. Algunos con aflicción, otros con frustración, miraran su incapacidad para satisfacer esos anhelos, pero no importa, trabajaran horas extras para tener los recursos necesarios, después de todo, no podemos frustrar el deseo de los niños, todos debemos estar felices y es un esfuerzo que bien vale la pena.
Presos del afán, atados al tumulto y al frenesí del día a día, pasamos por alto el mayor y mas inestimable de todos los obsequios que el hombre pueda recibir, un regalo lleno de gracia y de misericordia, para todo aquel que cree, tal como los Ángeles lo anunciaron a los pastores “os a nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” que vino, para llenarnos de su plenitud y de su amor, “porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” “por que nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. No hay mayor regalo, que el de Dios el Padre, al entregar a su hijo Jesús en propiciación por nuestros pecados.
Pero, lamentablemente lo olvidamos, y así, como hace mas de dos mil años no hubo lugar para él en el mesón de Belén, con tristeza y reconocimiento sincero, debemos aceptar que hoy el bullicio y el afán de este tiempo nos hacen ciegos y sordos al mas importante mensaje que el hombre pudiera recibir, y que tampoco hoy, tenemos para EL lugar en el “mesón de nuestro corazón”.
Pero la navidad, es mucho más de lo que pueden ver nuestros ojos indolentes, es una manifestación de amor infinito y eterno del Padre hacia una humanidad errante en la oscura noche del pecado, es en navidad cuando “al pueblo que moraba en tinieblas, luz resplandeció sobre ellos”. Navidad, es el cumplimiento del tiempo de Dios, escondido en el misterio de los siglos para bendecirnos en estos días, “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” en estas palabras del Apóstol Pablo, se muestra el sentido mas profundo de la navidad, luz, para los que viven en tinieblas, perdón, para los pecadores, consuelo, para el afligido, el perdido, es encontrado, y al que estaba muerto en su pecado, le es dada vida y salvación. Si Cristo nace en tu corazón, serás lleno de luz, tu alma tendrá perdón y consuelo, tu vida será llena de esperanza, solo entonces comprenderás que también ha nacido un salvador para ti, y su nacimiento en el pesebre no habrá sido vano para tu alma.
Quiera Dios, que esta noche tan especial podamos decir con toda la fuerza de nuestra voz y de lo mas profundo de nuestro corazón, Señor, si el gentil te deja pasar, si el posadero te cierra la puerta, si el que mira no te quiere ver y el que escucha no te quiere oír, ¡Yo Señor, yo te recibo! quiero oír tu voz, yo Señor, quiero ver tu gloria, y si nadie te abre la puerta… ¡Yo Señor! te abro de par en par las puertas de mi corazón.
Joel Gallardo