miércoles, 16 de diciembre de 2009

Epístola a Filemón

Epístola a Filemón,
o la autoridad del liderazgo en contraposición con el autoritarismo despótico.
Por Joel Gallardo Pineda


“Por eso, aunque en Cristo tengo la franqueza suficiente para ordenarte lo que debes hacer, prefiero rogártelo en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano y ahora, además, prisionero de Cristo Jesús, te suplico por mi hijo Onésimo, quien llegó a ser hijo mío mientras yo estaba preso” Filemón 1:8 – 10 (Biblia NVI)


La epístola de Filemón, se levanta como una catedral que declara a voz en cuello la diferencia entre el verdadero liderazgo, depositario de la autoridad delegada por quien decide someterse, en contraposición a la tentación de dejarse corromper por el poder y transformarse en un líder autoritario y despótico.

Esta epístola, fue escrita por el Apóstol Pablo a su amigo y colaborador, el hermano Filemón de la iglesia en Colosas o talvez Laodicea, si Pablo estaba preso en Roma la carta se escribió entre los años 61 y 62. Es una carta personal, que Pablo envía por medio de Tiquico intercediendo por Onésimo, quien en otro tiempo había sido esclavo de Filemón, pero que había huido de él causándole mas de algún perjuicio. Pablo, que había ganado a Onésimo en sus prisiones, intercede por el para sea perdonado y recibido como hermano. La forma en que Pablo ejerce su liderazgo y autoridad apostólica, se trasforman en una clara lección en nuestros días.

Desde una perspectiva cristiana, la posición de liderazgo, es un don que el Espíritu Santo deposita en el corazón del creyente, otorgándole la capacidad de influir con sus acciones, conducta y comunicación, a quienes lo rodean e interactúan con él. El líder es una pieza fundamental, sobre quien recae la responsabilidad de guiar, cuidar y servir a quienes lo aceptan y reconocen como tal. Los oficios de autoridad, no transforman en líder a quien los detenta, el ejercicio de un cargo o el desempeño de una función de liderazgo, no constituye por decreto en líder a quien la desempeña. La condición de líder, debe necesariamente, ser reconocida por quienes se subordinan y se transformaran en seguidores, quienes voluntariamente se someterán a su autoridad.

En términos generales, existen dos formas de ejercer la autoridad, una es por coerción, donde por razón de fuerza y bajo el infundimiento de temor se ejerce la autoridad y exigiéndose el sometimiento bajo la amenaza de que en caso contrario se aplicara la fuerza para obligar la sujeción. Este tipo de ejercicio de autoridad, no goza del reconocimiento voluntario de quienes son su objeto, sino que son obligados a su reconocimiento bajo la amenaza de la fuerza, su base es la coerción. En los casos más extremos de esta manifestación se encuentran las conductas dictatoriales.

La segunda forma, esta dada por el amor, donde a diferencia de la forma anterior no existe amenaza de fuerza, sino que voluntariamente y más bien por admiración y amor, se reconoce la autoridad del líder. Sin duda, esta es la forma más excelente, y más cercana a las enseñanzas cristianas. Esta forma de autoridad, se ejerce bajo la responsabilidad moral y los principios éticos que garantizan el respeto y el reconocimiento de la condición de igualdad de quien es objeto de la autoridad. En ningún caso, es atropelladora o impositiva, sino más bien actúa por la convicción moral de quien decide aceptar dicha autoridad.

Pablo, en la epístola a Filemón nos da una clase magistral demostrando de modo práctico que la verdadera autoridad proviene del amor, y no de las acciones coercitivas. No es el uso de la fuerza lo que legitima la autoridad de Pablo, sino el amor que el hermano Filemón le profesa. Es en este amor, en lo que confía Pablo para esperar la obediencia de Filemón, no en su capacidad como Apóstol, ni sus abundantes trabajos en el evangelio, solo el amor.

Pablo, como apóstol, provisto de la autoridad apostólica y el derecho ganado por el profuso trabajo evangelístico y misionero llevado a cabo en todo el mundo conocido de la época, le hubiese podido conferir el derecho inalienable de ejercer autoridad sobre quienes él había ganado para el Señor, sin embargo se rehusó a ello.

Consideremos que ante una orden imperativa emitida por Pablo, difícilmente Filemón se hubiese resistido a ella. Sin embargo, Pablo recurre a un humilde ruego intercesor a favor de Onésimo, a quien presenta como su hijo espiritual, ganado para Cristo en medio de su prisión por causa del evangelio. No usa de fuerza, tampoco de amenazas, ni impone su voluntad de modo avasallador, sino que indica: “prefiero rogártelo en nombre del amor” o “no he querido hacer nada sin tu consentimiento” con el propósito que Filemón perdone a Onésimo, y pese al daño que podría haberle ocasionado, lo reciba con perdón y amor ya no solo como un esclavo recuperado sino como a un hermano, llegando incluso de decir “recíbelo como a mí mismo” y ofreciendo cubrir el mismo los daños ocasionados por Onésimo.

Por esta razón, esta epístola se yergue como una catedral que da testimonio claro de la forma de ejercer la autoridad por parte de los lideres cristianos 1Pe 5:3 “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” No procurando ejercer la autoridad con afán egoísta, buscando lo suyo propio, buscando imponer su voluntad de manera absolutista, sino actuando bajo valores moralmente mas excelentes, procurando el sano crecimiento de sus hermanos como miembros del cuerpo de Cristo, y que su servicio al Señor este libre de estorbos tales como, las relaciones personales marcadas por la enemistad y el rencor.

El liderazgo cristiano, no debe buscar imponer su forma de actuar de manera coercitiva, el que esta puesto en la condición de liderazgo, debe “ganarse” el respeto y el reconocimiento como líder por quien es objeto de su liderazgo, los verdaderos lideres no necesitan resaltar sus rangos de autoridad, su autoridad esta intrínsicamente unida a la responsabilidad de sus actos, su conducta de fe y amor es reconocida por sus hermanos quienes voluntariamente se someten a su autoridad.

La autoridad del verdadero Líder cristiano, no consiste en mandar, sino en saber servir y dirigir a los demás con propósito y amor genuino. Pablo no ordena, ruega; tampoco impone, sino procura la acción voluntaria. La verdadera autoridad siempre camina de la mano con el amor, y el respeto.