miércoles, 9 de enero de 2008

LA NAVIDAD

Cada 24 de diciembre por las noches, el mundo cristiano recuerda el nacimiento del niño Jesús, nos resulta admirable ver el cumplimiento de las profecías acerca de su nacimiento, nos alegramos recordando la anunciación del Arcángel Gabriel a la joven virgen Maria, admiramos la nobleza de un carpintero galileo llamado José del linaje real de David. Al recordar los hechos tratamos de imaginar el difícil viaje de Nazaret a Belén para cumplir con el edicto del emperador, que obligaba al pueblo a ser empadronado. Contemplamos la tristeza del deambular de José y Maria caminando de puerta en puerta buscando un lugar en el mesón, tan solo un lugar para que el niño pudiera nacer.
Cuantas madres habrán hecho suya la angustia y el dolor de Maria, al ver que ha llegado su tiempo de dar a luz y no tener siquiera un lugar cálido donde recostarse. Cuantos padres habrán querido solidarizar con la frustración de José, al no poder proveer para su esposa un lugar digno, en donde diera a luz al niño Rey.
Al leer el relato del evangelio, cuantos de nosotros, no habremos dicho en mas de alguna vez ¡Yo le hubiera dado un lugar!…, si yo hubiese vivido en esos años, esto no hubiese pasado, yo le hubiese abierto la puerta, y le habría dado lugar en el mesón. Pensamos, que si nosotros hubiésemos sido los dueños del mesón, Cristo no hubiera nacido en el pesebre de Belén, sino en la calidez de nuestro hogar.
Sin embargo, en nuestro presente, cuando vemos las calles al acercarse los días de navidad, y observamos a la gente moverse corriendo de un lado para otro, sin darse cuenta quienes están a su lado, cargando bolsas de compras, cruzando las calles en medio de bocinazos y carreras frenéticas, podremos darnos cuenta, que muy pocos, recuerdan el verdadero sentido de estos días. Muchos, con gusto recibirán un folleto que hable de descuentos y de ofertas de una casa comercial, pero dejaran botado con desdén un tratado que hable del evangelio. Con tristeza, podremos comprobar que el consumismo borra de las mentes y arranca de los corazones, el verdadero sentido de la navidad.
En las mentes de los niños, ya no están las imágenes del relato evangélico, ni los cánticos de salvación que los Ángeles dieron a los pastores, ni la visión de humildad que el Rey de Reyes nos da al nacer en una pesebrera. Hoy, en sus mentes, aparecen las ideas y las imágenes de cómo hacer que el árbol de navidad sea lo más especial, cual será el mejor adorno, cual la luz más tintineante. Comienzan a mirar las vitrinas para ver que regalo pedir este año, ellos sueñan con aquellos juguetes que han visto en la publicidad, con los que serán la admiración de sus amigos… ¡¡este año el viejo pascuero vendrá a cumplir esos deseos!! … Y serán felices ese día.
Los padres, lejos de buscar a Aquel a quien le fue cerrada la puerta del mesón, comienzan a sacar cuentas para ver que podrán comprar este año, en cuanto podrán endeudarse para satisfacer el deseo de sus hijos y sobrinos. Algunos con aflicción, otros con frustración, miraran su incapacidad para satisfacer esos anhelos, pero no importa, trabajaran horas extras para tener los recursos necesarios, después de todo, no podemos frustrar el deseo de los niños, todos debemos estar felices y es un esfuerzo que bien vale la pena.
Presos del afán, atados al tumulto y al frenesí del día a día, pasamos por alto el mayor y mas inestimable de todos los obsequios que el hombre pueda recibir, un regalo lleno de gracia y de misericordia, para todo aquel que cree, tal como los Ángeles lo anunciaron a los pastores “os a nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” que vino, para llenarnos de su plenitud y de su amor, “porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” “por que nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. No hay mayor regalo, que el de Dios el Padre, al entregar a su hijo Jesús en propiciación por nuestros pecados.
Pero, lamentablemente lo olvidamos, y así, como hace mas de dos mil años no hubo lugar para él en el mesón de Belén, con tristeza y reconocimiento sincero, debemos aceptar que hoy el bullicio y el afán de este tiempo nos hacen ciegos y sordos al mas importante mensaje que el hombre pudiera recibir, y que tampoco hoy, tenemos para EL lugar en el “mesón de nuestro corazón”.
Pero la navidad, es mucho más de lo que pueden ver nuestros ojos indolentes, es una manifestación de amor infinito y eterno del Padre hacia una humanidad errante en la oscura noche del pecado, es en navidad cuando “al pueblo que moraba en tinieblas, luz resplandeció sobre ellos”. Navidad, es el cumplimiento del tiempo de Dios, escondido en el misterio de los siglos para bendecirnos en estos días, “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” en estas palabras del Apóstol Pablo, se muestra el sentido mas profundo de la navidad, luz, para los que viven en tinieblas, perdón, para los pecadores, consuelo, para el afligido, el perdido, es encontrado, y al que estaba muerto en su pecado, le es dada vida y salvación. Si Cristo nace en tu corazón, serás lleno de luz, tu alma tendrá perdón y consuelo, tu vida será llena de esperanza, solo entonces comprenderás que también ha nacido un salvador para ti, y su nacimiento en el pesebre no habrá sido vano para tu alma.
Quiera Dios, que esta noche tan especial podamos decir con toda la fuerza de nuestra voz y de lo mas profundo de nuestro corazón, Señor, si el gentil te deja pasar, si el posadero te cierra la puerta, si el que mira no te quiere ver y el que escucha no te quiere oír, ¡Yo Señor, yo te recibo! quiero oír tu voz, yo Señor, quiero ver tu gloria, y si nadie te abre la puerta… ¡Yo Señor! te abro de par en par las puertas de mi corazón.
Joel Gallardo